Ciñera
> Localización
La localidad de Ciñera se encuentra a una distancia de unos 6 km. de la capital del Concejo en dirección a Asturias. Sus términos limitan por el N. La Vid, por el S. Santa Lucía, por el E. con Valle y Villar del Ayuntamiento de Vegacervera y por el O. con Buiza.
> Etimología
Varios son los significados etimológicos para el topónimo “Ciñera”, aquí traeremos tres a colación. El primero sería su derivación de CINIS -ceniza-, más el sufijo ARIA –era-, que no sería descartable debido a la explotación en la época del hierro, de Hallstad o de la Téne, por los Astures Lancienses, una veta de mineral de hierro próxima a la localidad. O que tales cenizas pudieran provenir de la mina de cobre conocida como “La Profunda”, explotada en época romana en las proximidades de Villamanin. Tal vez sea este significado el que cuente con más adeptos. Sin duda, menos coherente, seria pensar que el topónimo se debe a los restos de las hogueras que dejaban los aquelarres que celebraban las brujas locales en los montes próximos, allá por el siglo XVII, como las leyendas glosan puesto que el topónimo aparece documentado mucho antes.
Una segunda variación sobre el significado del topónimo que la voz proviene del árabe SANIYA -molino harinero-, y de éste el castellano AZEÑA, AZEÑERO, ACEÑA, el Diccionario de la Real Academia Española define “aceña”, como molino harinero dentro del cauce de un río. Dicha tesis se corrobora con la existencia documentada de molinos en la zona en el “Fuero de La Vid”.
Y por último una tercera significación relaciona la voz Ciñera con CINGULARIA, del latín CÍNGULUM –cintura-, CINGERE –ceñir-, justificada por la ristra de riscos y peñas que rodean el alargado valle de Ciñera.
> Historia
Ciñera es la localidad más joven del Concejo. Tal extremo se constata en todas las fuentes documentales conocidas, en las que aparece citada dicha población. Desde “ab initio” perteneció y se la nombro como anejo - (poblado poco relevante )- de la próxima localidad de La Vid y de ello, en la historia más reciente, nos deja constancia documental Madoz en su Diccionario, (a. 1850), pues para acceder a lo dicho para Ciñera hemos de buscar La Vid. Ambas, Ciñera y La Vid, eran considera como una sola entidad de población dividida en dos barrios entre los que tercia una distancia de un cuarto de hora. Este extremo se ratifica años más tarde, en 1877, por el Nomenclator de la Dirección General del Instituto Geográfico y Estadístico, que además indica que dicho barrio o anejo está formado por siete edificios.
La historia, debido a la vinculación poblacional que Ciñera siguió durante siglos con La Vid, siguen una única trayectoria en los avatares cuyos acontecimientos les son comunes. Y ambas poblaciones, hasta la cédula real de Carlos IV, en 1805, junto con Villasimpliz, no pasan a integrarse política y administrativamente al Concejo de Gordón, pues hasta entonces ejercitaba sobre ellas señorío eclesiástico el Abad de San Isidoro de León.
Esta localidad, que destaca por el enorme y rápido crecimiento poblacional, se va dotando al tiempo de nuevos servicios comunitarios acordes con su masa de población, entre ellos se pueden citar, los cines, el campo de fútbol o los religiosos, pues se construye sobre la planta de la insuficiente ermita de dedicada a San Miguel, lo que hoy vemos como iglesia que continua con la advocación de San Miguel Arcángel, convertido ya en patrono de la localidad, la construcción religiosa, de buena traza, que deja al fin cubiertas las necesidades religiosas del espacio común que demandaba el vecindario, sus obras concluyen en el año 1956.
Además Ciñera y sus moradores son afortunados por aportar uno de los más sugerentes y singulares bosques de la zona conocido como “El Faedo”, al que encontraremos ubicado al nordeste de la localidad, siguiendo el camino que conduce a las “Cuevas de Valporquero”.
Es difícil buscar una imagen que extrapolada simbolice tal belleza, sus predominantes hayas retorcidas y talladas por el tiempo silencian tanto a los robles como a las encinas que las acompañan y todo conforma un espacio idílico, mágico y su voz se ve impregnada del murmullo sordo de las hojas, matizada por las notas del agua al paso por sus cristalinos arroyos y acompañadas del melódico trinar de variados pájaros. Cada día, cada estación, podemos sorprendernos al encontrar un nuevo faedo, un desconocido faedo que siempre será el mismo, que siempre será eterno.
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